Lo esposaron, lo colgaron del techo y lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Lo electrocutaron y lo mantuvieron en tal posición que le lastimó la espalda y los hombros. Cuando se desmayó, le arrojaron agua en la cara para despertarlo y poder reanudar la tortura.
Elizabeth Serkov soportó dos años y medio de cautiverio en Irak, recluida en régimen de aislamiento por milicias respaldadas por Irán. Para Tsurkov, de 38 años, fue una maratón de angustia mental, pero lo más doloroso fue el primer mes, cuando fue golpeado por sus captores, además de agredido sexualmente y sometido a otros horrores.
“Me azotaron por todos lados”, dijo en su primera entrevista desde su liberación en septiembre. “Básicamente me utilizaron como saco de boxeo”.
La señora Sarkov, una estudiante de doctorado ruso-israelí en la Universidad de Princeton, que apenas podía sentarse debido a sus heridas, hablaba acostada en casa de una amiga, con ocasionales sacudidas de dolor que la obligaban a cambiar de posición. Durante una entrevista de una hora con The New York Times, compartió en un tono mayoritariamente tranquilo, a veces interrumpido por lágrimas, la desgarradora historia de su secuestro, cautiverio y liberación.
Tsurkov dijo que fue mantenida cautiva por Kataib Hezbollah, el más poderoso de los grupos paramilitares chiítas respaldados por Irán que dominan Irak. Dijo que decidió compartir su historia para hablar en favor de los iraquíes que han sido perseguidos por el grupo.
Kataib Hezbollah, designada organización terrorista por Estados Unidos, ha podido operar libremente en Irak. Aunque el Estado iraquí paga a miles de milicianos, el gobierno tiene poca influencia sobre sus actividades.
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