“Cuando una chica ama sus zapatos, lo hace siempre Los pone en forma”, dice Dion, impartiendo los conocimientos de un verdadero buceador. “Cada vez que iba a una tienda y quería un zapato me decían: ‘¿Qué talla tiene, señora?’ Le dije: ‘No, no entiendes qué talla eres. hay? Los haré funcionar, los haré encajar.’
Es un momento hilarante, pero también agridulce. Una vez más, existe esa sensación de sacrificio: la insistencia en que incluso ante la incomodidad el espectáculo (y los zapatos) deben continuar. Mientras se pavonea con su vieja ropa de escenario, deleitándose con los minuciosos detalles de la artesanía, la alegría que Dion obtiene de la actuación es palpable, pero también la ansiedad de que tal vez nunca llegue a conocer este tipo especial de liberación.
“Cuando grabas, suena genial”, dice Dion en la película. “Pero cuando estás en el escenario, es más grande”. Lo que queda claro (a lo largo de muchos montajes de Dion cantando en vivo, energizando a su audiencia) es que la actuación es su alma, y el escenario siempre ha sido el lugar donde ella puede ser su yo más importante. Y por eso dedica toda su tenacidad y autodisciplina a recuperar sus fuerzas, con la esperanza de que algún día regresará.
Pero es un trabajo duro. Hacia el final del documental, durante una sesión de fisioterapia, las cámaras de Taylor continúan grabando mientras Dion experimenta un severo ataque de convulsiones en todo el cuerpo; Su rostro está contorsionado por la agonía, sus extremidades se ponen rígidas y deja escapar un terrible aullido. Para un artista que durante mucho tiempo ha valorado el control sobre su cuerpo y su aparato vocal, este nivel de franqueza es particularmente atractivo.
Igual de difícil de ver es la secuencia anterior, en la que Dion lucha por cantar la balada relativamente apagada “Love Again” en un estudio de grabación. Sus cuerdas vocales se contraen (compara los espasmos con una mano invisible que la estrangula) y esa poderosa voz sale en un susurro. Siempre perfeccionista, parpadeó mientras escuchaba la reproducción.
En la película, Dion se compara con un manzano, orgullosa de producir el fruto más brillante para sus fans. “No quiero que hagan cola si no tengo manzanas para ellos”, dice. Aunque todavía lo hace. Puede que la voz de Dion ya no sea el instrumento preciso que ella cultivó durante décadas, pero “I Am: Celine Dion” muestra que alcanzar esas notas altas estratosféricas no es su único método de inspiración. También tiene la fuerza para compartir los amargos frutos de la lucha y perseverar a través de ellos de manera gloriosa y consistente.