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Conversaciones y reflexiones sobre el momento.

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Serge Schmemann

crédito…Cha Song Ho/Prensa Asociada

La visita de Vladimir Putin a Corea del Norte esta semana fue coreografiada como una cumbre comunista de antaño, con legiones de niños ondeando banderas, retratos ondeando en cada farola y edificio, enormes regalos y expresiones altisonantes de una vieja y eterna amistad. .

“El camarada Kim Jong-un lo abrazó calurosamente”, decía la versión oficial norcoreana del saludo en el aeropuerto. “Los principales líderes compartieron sus pensamientos más íntimos durante una conversación íntima mientras conducían hacia donde se hospedaban”.

Cosas embriagadoras, pero tan falsas ahora como en el pasado. De hecho, a pesar de las declaraciones de amistad hacia Corea del Norte durante la era soviética, ningún líder soviético ha visitado Pyongyang. De hecho, el único líder del Kremlin que lo hizo fue el propio Putin allá por el año 2000.

Fue una gira diferente, con Putin intentando posicionarse como un paria peligroso y un interlocutor imprescindible en el mundo. En conclusión, el líder ruso dijo que confía en que Corea del Norte utilizará la tecnología de cohetes sólo para la exploración pacífica del espacio. (Avanzando hasta junio de 2018: el entonces presidente Donald Trump, al regresar de su visita a Kim, Pío: “Acabo de aterrizar: es un viaje largo, pero ahora todos pueden sentirse mucho más seguros que el día que asumí el cargo. Ya no existe una amenaza nuclear por parte de Corea del Norte”).

Esta visita de Putin y Kim fue paria, como lo fue su última reunión en el este de Rusia en septiembre. Podría decirse que Putin ahora está buscando municiones y armas para sostener su guerra de asesinato contra el mayor paria, Ucrania, y un camarada que odia a Occidente. Kim, que probablemente quería apoyo técnico para su programa nuclear o de misiles, al menos todavía no ha ido a la guerra contra nadie más que su propio pueblo. En cualquier caso, el texto del acuerdo firmado por Putin y Kim no se hizo público, y la línea de uso público en caso de agresión extranjera fue la asistencia mutua.

Cuando los parias se reúnen y hablan de ayuda militar mutua, hay motivos de preocupación. La propia Rusia ha estado abiertamente preocupada por los programas nucleares y de misiles de Corea del Norte, e incluso se ha unido a los esfuerzos de la ONU para detenerlos. Pero Putin ahora centra la política exterior de su país en obtener el apoyo a las brutales apropiaciones de tierras promovidas sólo en una guerra de supervivencia contra Occidente.

Desde Pyongyang, Putin abordó su viejo avión soviético hacia Hanoi, otro aliado de la era comunista, donde nuevamente fue recibido con abrazos oficiales y niños ondeando banderas. Pero aquí su retórica antioccidental estuvo casi ausente. Su objetivo era más simple: demostrar que todavía se le puede recibir con respeto en algunos lugares, como ocurrió con la visita del presidente Biden y Xi Jinping de China a Vietnam el año pasado.

Históricamente, Vietnam ha dependido en gran medida de Rusia para sus armas, pero ha estado construyendo puentes constantemente con Estados Unidos y Occidente. Este fue el mensaje de Putin: Oye, todavía estoy por aquí.

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