Estos son algunos de los lugares más estériles de la Tierra, pero los científicos han descubierto docenas de nuevas especies de bacterias dentro de la sala blanca de la NASA.
Estas instalaciones son espacios ultra higienizados y altamente controlados donde se fabrican y prueban naves espaciales e instrumentos sensibles.
Están diseñados para prevenir cualquier forma de contaminación y evitar que microbios no deseados viajen a otros planetas.
Por eso, los expertos se sorprendieron al encontrar 26 pequeños organismos vivos, todos ellos especies bacterianas previamente desconocidas, en una sala limpia del Centro Espacial Kennedy en Florida.
A pesar de medidas estrictas que incluyen filtrado de aire, control estricto de temperatura y humedad y el uso de detergentes químicos fuertes, estos microbios de alguna manera han logrado sobrevivir.
Fue un verdadero momento de “parar y reexaminar todo”, dice Alexandre Rosado, profesor de biología en la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdullah (KAUST) en Arabia Saudita. Ciencia viva.
Análisis recientes de estos microbios han arrojado luz sobre cómo pueden sobrevivir -e incluso prosperar- en algunos de los entornos creados por el hombre más duros de la Tierra.
Y resulta que tienen genes que les ayudan a resistir los efectos de la radiación e incluso a reparar su propio ADN.
Una selección de 26 nuevas especies bacterianas descubiertas en la sala limpia, a pesar de que las instalaciones están ultra higienizadas y altamente reguladas.
El Phoenix Mars Lander en la sala limpia del Centro Espacial Kennedy. Esta fotografía fue tomada en 2007, cuando se recogieron muestras de bacterias del suelo.
El objetivo principal de la sala limpia es evitar que los organismos de la Tierra contaminen otros planetas que potencialmente podrían albergar vida.
Desempeñan un papel importante en la protección de la Tierra de posibles autoestopistas alienígenas en las muestras de regreso.
Sin embargo, “no hay “vida” en la sala blanca”, afirma el profesor Rosado. “Nuestros resultados muestran que estas nuevas especies son generalmente raras pero se pueden encontrar”.
En 2007, la NASA montó su módulo de aterrizaje Phoenix Mars, donde se detectaron nuevas especies escondidas en la sala limpia.
Fueron recolectados y almacenados durante ese tiempo, y los avances recientes en la tecnología del ADN han permitido a los científicos analizarlos con precisión.
Los resultados, publicados en la revista El microbiomaLeer: ‘Mantener la limpieza biológica de las salas blancas relacionadas con la misión de la NASA, donde se ensamblan y prueban las naves espaciales, es fundamental para la protección planetaria.
“Incluso con controles estrictos como el flujo de aire controlado, la gestión de la temperatura y una limpieza estricta, los microorganismos resistentes pueden sobrevivir en este entorno, lo que representa un riesgo potencial para las misiones espaciales”.
El siguiente paso, dicen los expertos, es determinar si alguno de estos pequeños organismos puede sobrevivir a las posibles condiciones durante un viaje al casquete polar norte de Marte, donde aterrizó Phoenix en 2008.
Esta foto muestra a Phoenix colgando de su paracaídas cuando aterrizó en la superficie de Marte en 2008.
Los expertos dicen que el siguiente paso es descubrir si alguno de estos microbios puede sobrevivir a un viaje al Planeta Rojo. Imagen: módulo de aterrizaje Phoenix en Marte
Varias especies portan genes que pueden ayudarles a adaptarse al estrés de los vuelos espaciales, dijo el profesor Rosado.
Pero su supervivencia dependerá de cómo afronten las duras condiciones del viaje y la exposición al Planeta Rojo, incluido el vacío, el frío intenso y los altos niveles de radiación ultravioleta.
Para explorar esto más a fondo, el equipo planea probar microbios dentro de una “cámara de simulación planetaria” para revelar si pueden sobrevivir a un viaje al espacio.
Actualmente se está construyendo uno en JAUST y se espera que las primeras pruebas comiencen a principios de 2026.
El equipo dijo que más allá de la exploración espacial, estos microbios son “muy prometedores” para la biotecnología, ya que su resistencia a la radiación y al estrés químico podría impulsar innovaciones en la medicina, los productos farmacéuticos y la industria alimentaria.











