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Reseña de Wolf Hall: Su maníaca majestad es un volcán rugiente, sus súbditos a poca distancia del hacha, por Christopher Stevens

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Wolf Hall (domingo 10 de noviembre a las 21:00 horas en BBC1)

Clasificación:

A pesar de todas sus joyas, sus pieles y galas, su procesión de esposas y legiones de aduladores, al todopoderoso Enrique VIII le faltaba un elemento esencial: un palo para selfies.

Mientras el fantástico drama Tudor Wolf Hall regresa a BBC1 el domingo, Damien Lewis interpreta a un narcisista como el rey tiránico.

No puede estar de pie sin hacer una pose: con un puño en la cadera y la otra mano acariciando el pomo de su espada, tal como lo hace en los retratos del pintor de la corte Hans Holbein.

A su maníaca majestad le encantaban los selfies. Se fotografió constantemente, sonriendo a la cámara o abriéndose para mostrar su bragueta de la mejor manera.

Lo brillante de Wolf Hall es que retrata al rey y sus cortesanos de hace 500 años como figuras y personas históricas cuya vanidad, avaricia y duplicidad no estarían fuera de lugar en nuestro tiempo.

Thomas Cromwell (Mark Rylance) y Enrique VIII (Damien Lewis) en Wolf Hall de la BBC

Thomas Cromwell (Mark Rylance) y Enrique VIII (Damien Lewis) en Wolf Hall de la BBC

Thomas Brody-Sangster como Rafe Sadler en Wolf Hall. La serie regresa a BBC1 el 10 de noviembre.

Thomas Brody-Sangster como Rafe Sadler en Wolf Hall. La serie regresa a BBC1 el 10 de noviembre.

Casi olvidamos que estamos observando acontecimientos de siglos pasados, porque sus motivos parecen muy modernos.

Desde esa perspectiva, la historia del Buen Rey Hale narra el ascenso de un dictador, un hombre que, en palabras de su asesor más cercano, Thomas Cromwell: “se niega a que le roben cualquier parte de su testamento”. Daría la mitad de su reino antes que ser rechazado.

Henry valora la lealtad por encima de todo, pero no puede ser leal a nadie, y mucho menos a sus allegados. Ningún amigo está a salvo y todos están a un paso del hacha.

El paralelo obvio es con Vladimir Putin, quien matará a cualquiera que se atreva a frustrarlo. La única diferencia es que el dictador Tudor cortó las cabezas de sus enemigos, mientras que el monstruo de Moscú los empujó por las ventanas.

A pesar de ser omnipotente, Henry es casi una fuerza periférica, un volcán rugiente al borde de la narrativa, que amenaza constantemente con hacer erupción.

Cromwell está en el centro de cada escena, y Mark Rylance lo interpreta con un contraste inconfundible con la siniestra voz de su maestro.

Cromwell jugueteaba constantemente con su gorro de piel: se lo quitaba como gesto de humildad, lo hacía girar nerviosamente entre sus manos y lo enderezaba cuando necesitaba tiempo para considerar su siguiente táctica.

Este engrandecimiento hace que sus repentinos piercings y golpes sean aún más efectivos. A Cromwell le gusta compararse con el perro de un carnicero, bueno haciendo guardia. Pero Rylance le gruñe aún más, enseñándole los dientes y enseñándole.

Kate Phillips como Jane Seymour, la tercera esposa de Enrique VIII

Kate Phillips como Jane Seymour, la tercera esposa de Enrique VIII

Cuando un noble católico intrigante ofrece una reunión en su casa, Cromwell casi mueve la cola: “Bueno, eso me honraría, Sir Geoffrey”.

Pero un momento después muerde: ‘¡Ven a mí, estoy ocupado!’ Y cuando un viejo amigo del rey accidentalmente le da un consejo no deseado, Cromwell lo agarra por el cuello y lo sacude como si fuera un palo.

Es una actuación poderosa de un actor que carece de la presencia física del verdadero Thomas Cromwell, un hombre que (como revela su propio retrato de Holbein) tenía el cuerpo rechoncho de un sapo con esteroides.

El primer episodio continúa cuando la serie anterior terminó con la ejecución de Ana Bolena. Aunque lo hemos visto muchas veces, en innumerables recuentos, es un momento que nunca deja de sorprendernos.

Claire Foy, como la reina desconcertada y temblorosa que no puede creer su destino, es especialmente conmovedora, ahora que la hemos asociado tan estrechamente con esa otra reina inglesa: la joven Isabel II de The Crown. Antes de eso, sin embargo, el director Peter Kosminski gastó una broma.

Cuando debutó en 2015, Wolf Hall se llenó de elogios, con una sola crítica: la cinematografía era demasiado oscura. Escenas enteras fueron filmadas a la luz de una sola vela, lo que puede ser históricamente exacto, pero los espectadores se quejaron de fatiga visual.

Esta vez, lo primero que parece es que Kosminsky está decidido a cometer el mismo obstinado error. El primer plano de Ana en un barco, atravesando la Puerta de los Traidores hasta el campo de ejecución de la Torre de Londres, es tan sombrío que apenas se puede ver a los actores a través de las sombras.

Pero poco después de salir del túnel, todas las escenas están bien iluminadas, incluso cuando Cromwell está trabajando solo en su escritorio junto a una llama de alcantarilla, hablando con el fantasma de su antiguo jefe, el cardenal Thomas Wolsey (Jonathan Pryce).

Harriet Walter interpretó a Lady Margaret Pole en el drama de la BBC

Harriet Walter interpretó a Lady Margaret Pole en el drama de la BBC

Cualquiera que no recuerde la primera serie o no conozca sus líneas temporales del siglo XVI podría confundirse con este espíritu vestido de rojo, que desaparece cuando otros personajes entran en la cámara.

El recurso es teatral pero eficaz y transmite cómo Cromwell, atormentado por su pasado, no puede confiar en nadie más que en los muertos.

También contiene un elemento alucinatorio central de la última novela de Dame Hilary Mantell, The Mirror and the Light, en la que se basan estos seis episodios (disponibles a partir del domingo en BBC iPlayer).

El libro, el último de la trilogía de Wolf Hall, fue escrito durante su larga enfermedad antes de su muerte en 2022, y es el más débil de los tres. Un párrafo, un sueño febril, abarca decenas de páginas.

Si bien los dos primeros fueron brillantes, el tercero fue una decepción abrumadora que no logró imponerse. Esta adaptación supera esas debilidades y llega a una conclusión digna de la visión de Mantle.

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