El presidente Trump viajó a Asia el viernes por la noche en medio de la agitación interna: desplegó un portaaviones en América Latina, detuvo las conversaciones comerciales con Canadá, desmanteló el ala este de la Casa Blanca, aplaudió el cierre del gobierno federal y envió a la Guardia Nacional a varias ciudades estadounidenses.
Pero durante los próximos seis días, Trump dejará su mazo y se embarcará en una gira diplomática, poniendo a prueba su papel como estadista y negociador mientras busca un acuerdo comercial con China para poner fin a una disputa que ha perjudicado a ambas economías.
Trump viajará por Malasia, Japón y Corea del Sur y saludará a quienes piden dulces en la Casa Blanca antes de una reunión bilateral con el presidente chino Xi Jinping el jueves. Es inusual que un presidente abandone el país en una gira multinacional por el mundo durante un cierre del gobierno.
El viaje está lleno de apariciones oficiales pero también de debates que tendrán consecuencias para la economía global. Se produce cuando los aliados asiáticos de Estados Unidos se están recuperando de las políticas arancelarias de Trump y Beijing, el mayor rival económico global de Washington, no muestra signos de dar marcha atrás en una guerra comercial en aumento.
En una vista previa del viaje del viernes, altos funcionarios de la Casa Blanca dijeron que se esperaba que Trump negociara “acuerdos comerciales difíciles” y acuerdos de minerales críticos, y que abordara las medidas que China ha tomado y que han afectado a la economía global.
Los aliados con los que Trump comienza su viaje son simbólicos, dicen los expertos, pero la forma en que salga de la reunión con Xi tendrá consecuencias.
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